lunes, 5 de mayo de 2008

NIÑOS Y NIÑAS DE LA CALLE

Estas criaturas son, en su mayoría, niños y niñas entre los siete y diecisiete años, que viven en la calle trabajando para sustentarse y para ayudar en el sustento de sus familias, que casi siempre son demasiado pobres para atender las necesidades básicas de sus hijos. En la calle esos niños están desamparados de la protección familiar y de la comunidad y en consecuencia, se tornan vulnerables a la explotación de terceros y a una variedad de peligros físicos y morales. Muchos pasan en la calle todas las horas “hábiles” y algunos hasta sus noches; por tanto, tiene poco o ningún acceso a los servicios básicos, tales como los relativos a salud y educación. Como consecuencia, son pocas sus perspectivas para desarrollarse y conquistar un futuro mejor; estas criaturas representan entonces, un enorme desperdicio de potencial humano, tanto para sí mismas como para la sociedad brasileña.
De una forma genérica, los integrantes de los grupos que participaron en el Primer Seminario Latinoamericano sobre Alternativas Comunitarias para Niños de la Calle (Brasilia, 1984), señalaron las siguientes características, como las más comunes a estos niños:
-Son prematuramente adultos y buscan para sobrevivir en la calle, como consecuencia de un sistema social que los marginaliza;
-Adoptan permanentemente una actitud defensiva frente a las personas, como respuesta al maltrato físico de que son objeto por parte del medio social que los rodea;
-Satisfacen sus necesidades básicas y reales en la propia calle, donde duermen, comen y trabajan;
-Enfrentan crecientes dificultades escolares que los llevan a la repetición de cursos y al abandono de los estudios;
-Desarrollan habilidades especiales que les permiten sobrevivir;
-Son producto de la carencia de afecto familiar y social, que influye negativamente en su crecimiento armónico e integral;
-Los niños de la calle son fuertes y astutos dentro de su propio medio.
Sin embargo, hay una nítida demarcación entre el niño y la niña de la calle; son dos realidades distintas, aunque víctimas y producto de una misma situación nacional.
La problemática de la niña de la calle es mucho más grave por la doble condición: de abandono y de mujer. En la calle está más expuesta a sufrir consecuencias de cómo se sitúa el papel de la mujer en la sociedad. En la familia es rechazada y el servicio doméstico no es valorado como trabajo. Además, ella sufre las consecuencias de la maternidad prematura, el abandono y la prostitución.
LA PRÁCTICA DEL EDUCADOR DE LA CALLE
-¿Cómo colocarse delante del niño?
Es necesario colocarse como personas, como agentes, respetando la individualidad de la criatura, sus valores y sus expectativas; con autenticidad y verdad, con coherencia. Lo importante es saber por quién estamos haciendo “opción y alianza”: Por el oprimido y no por el opresor. Estamos de lado del niño, del explotado, del oprimido. Hay una identificación con los intereses de las clases populares. Se debe tener cuidado para no invadir el mundo del menor, en caso de que él no quiera ser abordado; traspasar el espacio vital del niño, que es real, solamente si el pequeño quiere, si él lo permite. Esperar el “momento mágico” cuado el niño se desarma. Tener paciencia histórica para hacer posible el proceso, para aguardar la plenitud de ese momento cuando de descubre el misterio existencial del niño.
En la convivencia con los menores de la calle, de la ferias, de las plazas y mercados, el educador podrá propiciar las condiciones para efectuar situaciones grupales auténticas donde se puedan captar las expectativas, historias de la vida, valores, etc., a través de la real participación del menor.
Es necesario escuchar al menor, escuchar sus sentimientos, su mirar, sus gestos, su semblante, sus emociones.
Para acoger al menor en su totalidad, el educador necesita estar libre de prejuicios y tabúes impuestos por la sociedad clasista.
EL educador debe identificarse con la criatura sin perder su individualidad, buscando con los niños las propuestas para sus inquietudes de “existir en-el-mundo”; haciendo una historia con el niño. Esto supone la democratización del poder, o sea, compartir la participación en las decisiones de todas las situaciones del proceso educativo.
PAULO FREIRE


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