martes, 12 de febrero de 2008

EL NUEVO ROSTRO DEL HIV/SID

Las niñas y las mujeres son especialmente vulnerables al VIH y al SIDA. Más de la mitad de las personas que viven actualmente con el VIH en el mundo son mujeres, una situación muy diferente de la que había durante las primeras etapas de la epidemia, cuando el SIDA afectaba esencialmente a los hombres.
Las jóvenes corren un riesgo elevado de contraer la infección. Esto es especialmente cierto en África subsahariana, la región más afectada por el VIH/SIDA. En esta región, dos de cada tres personas de 15 a 24 años recién infectadas son mujeres.
En el caso de los adolescentes de 15 a 19 años, cinco o seis niñas contraen la infección por cada varón en las regiones más duramente afectadas. Esta tendencia -que refleja una "mezcla de edades" o la existencia de relaciones sexuales entre hombres maduros y mujeres más jóvenes- se da también en otras regiones. Ni siquiera el matrimonio, sobre todo cuando ocurre demasiado temprano, ofrece a las mujeres ninguna garantía contra la infección.
Los datos indican que una importante proporción de infecciones se deben a la violencia de género que se produce en el hogar, la escuela, el lugar de trabajo y en otras situaciones sociales. Una mujer a quien se obliga a tener relaciones sexuales es incluso más vulnerable a la infección, y cuánto más joven es, más riesgos corre de contraer el VIH.
Debido a su fisiología, las mujeres y las niñas son más vulnerables a la infección, y este riesgo se agrava aún más debido a la desigualdad de género. Las mujeres y las niñas son a menudo pobres, carecen de poder, tienen menos instrucción y les resulta más difícil acceder a la propiedad de la tierra, al crédito o al dinero en efectivo, y a los servicios sociales.
La pobreza, la falta de instrucción y el desempleo llevan a menudo a que la única opción económica viable para las niñas y las mujeres sea el comercio sexual. En las comunidades afectadas por el SIDA, las "relaciones sexuales para sobrevivir" son moneda corriente que se intercambia por alimentos, dinero, vivienda e incluso la posibilidad de recibir una educación.
Los conflictos -así como la violencia y la pobreza que provocan- agravan estos ataques contra los derechos humanos, a medida que se derrumban las comunidades y se destruyen los servicios básicos. Se sabe que la violación es un instrumento de guerra. Y las mujeres y los niños son víctimas de la violencia sexual en los abarrotados campamentos de refugiados o de personas desplazadas, donde la seguridad deja mucho que desear.

El VIH/SIDA no se propaga solamente debido a la desigualdad entre hombres y mujeres, sino que incluso agrava esta situación. Un buen ejemplo es la educación. Antes de la epidemia, las niñas tenían menos posibilidades de recibir una educación que los niños. Hoy en día, los niños y las niñas abandonan la escuela para ocuparse de sus progenitores enfermos de SIDA, y en Zimbabwe, por ejemplo, un 70% de quienes se ocupan de sus familiares son niñas.
Una vez que abandonan la escuela, la vulnerabilidad de las niñas se agrava. Ya no tienen acceso a informaciones que podrían salvarles la vida ni pueden aprender a defender sus intereses, tanto en la esfera económica como social.
La escuela es en efecto una de las mejores defensas contra la infección por VIH. Todo indica que las niñas que se mantienen en la escuela retrasan sus primeras relaciones sexuales, tienen más información sobre la prevención y comprenden mejor las pruebas del VIH. Y las escuelas son el mejor lugar para difundir las informaciones sobre la prevención del VIH y de convencer a los jóvenes que adopten comportamientos sociales a largo plazo que les permitan protegerse contra la enfermedad.
Pero que las niñas se mantengan en la escuela no es suficiente. Las niñas deben tener acceso a servicios de salud que tomen en cuenta las necesidades de los jóvenes y deben crecer en un entorno protector, al abrigo de la violencia, de los malos tratos y de la explotación.
Contar con la participación de los niños y de los hombres
Además, es preciso reforzar la protección jurídica de las mujeres y el derecho a heredar propiedades y otros bienes productivos, y eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas. Las mujeres y las niñas deben también tener acceso a tratamientos, cuidados y servicios de prevención contra el VIH.
Pero estas desigualdades no desaparecerán si los hombres y los muchachos no participan plenamente y asumen la responsabilidad de sus acciones. Los hombres y los muchachos no deben tolerar ningún tipo de violencia contra las mujeres ni las niñas, y deben abstenerse de todo comportamiento sexual peligroso. Y los progenitores deben comprometerse a dar una educación a sus hijas.

Fuente: UNICEF


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